La frase Buenos Aires es un libro no encierra ninguna metáfora. Buenos Aires es un libro. La capital argentina regala palabras, expresiones, voces por todos sus rincones. Caminar por sus calles es leer, doblar una esquina supone pasar página, tomar un taxi significa saltarse un capítulo, volver a un café es subrayarlo.
La ciudad del río de la plata está poblada por palabras. Hay tiendas de neumáticos
llamadas Virgilio, una empresa de leche que se anuncia como la verdad láctea,
líneas que promueven lencería bajo el nombre apogeo,
y pintadas de amor supremo que dicen mueran todos menos vos.
Cuna de borges, cuna de cortázar, a Buenos Aires en el mundo le ha sido concedido
el don de la palabra. Y no es difícil escapar a su poema.
Pasear leyendo rótulos, mirando camisetas, anotando nombres,
permite volver a casa con la mirada llena de versos
y con la idea, cada vez más clara, de que los buenos poemas
no son los que uno escribe, sino aquellos que uno encuentra.